viernes, 4 de enero de 2008

Estupidecez de un sábado noche

{Colaboración de Karmenchu}

Siempre has sido una tia de esas que han pasado desapercibida. No eras la más guapa de clase (pero si lo eras para tus vecinas de finca y por supuesto, tu madre) y solías llevar camisetas mega anchas y largas para ocultar complejos y las formas de tu cuerpo en crecimiento. Los chicos eran compañeros (que hacían bromas con tu trasero o tus kilos de más) o amigos, y en contadas ocasiones, algún paseo inocente cogidos de la mano.
Más tarde, seguistes en la misma línea con respecto a tu estética y entre semana acudías al instituto con lo primero que te ofrecía el armario, sin maquillarte, ni echarte cremitas para los granos, como hacían el resto de compañeras. Los chicos se convertían en buenos confidentes y alguno captaba tu atención, pero tú no captabas la suya. Alguien te decía que eras guapa, que tenías una cara mona, pero generalmente eran opiniones de buenos amigos/as o de tu hermana.
Con el paso de los años, apareció el verdadero significado de las tres maravillosas palabras "fines de semana" y comenzastes a comprarte "trapitos" más arregladitos (que cursi suena) para salir con los amigos y olvidarte de la rutina que suponía el pantalón de chándal, el desgastado vaquero o el pelo recogido en una coleta. Al parecer tenías incluso gracia para vestir y maquillarte (siempre de forma sencilla y a tu estilo, que era variado, barato y como te viniera en gana ese día). Los chicos no eran tu tema estrella; tenías mala suerte con ellos, pero cuando querías y eras correspondida, lo hacías de verdad, con honestidad y apostando todo. Amigos, por un tubo. Amabas tus conversaciones con ellos, la confianza que depositavan en ti y el afecto que les tenías. Algunos te decían: "Tia, eres muy bonica y majísima", pero todo eran eso, buenos amigos.
Entonces un día vas a una tienda y ves una blusita que en principio te ves incapaz de ponerte porque implica, como dice mi madre, "mostrar pechuga". Pero aún así te atreves a llevártela, está tirada de precio y probar algo nuevo te parece buena idea. Así que una noche de sábado te pones tus vaqueros, tus zapatillas negras de puntera blanca de "marca la cabra" imitación de las Converse, el bolso petado de tus pertenencias y tu nueva blusa estilo hippy. Como siempre, algo de maquillaje sencillo y unos pendientes de aro, que llevas ya ciertos años utilizando. Y sales a la calle, por la misma zona que finde tras finde. Y ¡sorpresa! Los chicos desean conocerte y de repente eres guapa para todos. Un guiri te suelta un: "Oh, my God" impresionante y un italiano te dice que eres bellísima. "Joder, soy internacional" piensas. Pero tú no entiendes nada. Eres la misma. Los mismos kilos que te vuelven loca porque no consigues perderlos. Los mismos pendientes, el mismo vaquero, las mismas zapatillas, el mismo maquillaje.....¡hostia! ¡La blusa nueva! Ahí tienes tu respuesta: tu escote es el que de repente te convierte en interesante y en atractiva. Lo que no ha conseguido un puñado de conversaciones y tu belleza "más tapada" lo consigue un trozo de tela. Pero descubres que lo que te pueden ofrecer aquellos espectadores de tu encanto ahora descubierto, no te llama la atención.
La mente humana es muy simple.... o mi escote era muy provocativo... No sé.
_KarmenXu_

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